
Cuerdas
De repente un día cayó sola del sitio donde estaba, el cuerpo se abrió y las cuerdas se soltaron, mi madre trató de hacerla componer, tal vez por nostalgia, pero no soltó esa guitarra, sobrevivió tres mudanzas hasta que cumplí 12 años.
La curiosidad por aprender a tocarla me invadió, obviamente no llevaba ese triste instrumento a otra parte que no fuese la sala de mi casa, "K" me enseñó un poquito de esto, Lucho (le debo un post) un poquito de lo otro, el resto fue simple observación.
La suerte de que en mi colegio hubiera un conjunto de música ayudó, admiraba a Leo, tocaba genial, veía sus manos, un poco regordetas, y los dedos pequeños… me parecía curioso, porque las manos de los guitarristas que conocí siempre eran delgadas y largas. Cuando él se graduó llegué a ser primera guitarra, su puesto, pero sólo toque dos veces en público. Me aterraba presentarme, sólo tocaba y toco con amigos íntimos.
La vieja guitarra desapareció, nunca pregunte que hicieron con ella, seguramente mi hermano mayor la desechó, pero prefiero pensar que esta en algún depósito, llena de polvo y con ese boquete en el cuerpo.
Compraron una nueva cuando a mi hermano menor le entró el capricho de aprender, le enseñé las notas, sólo aprendió Do mayor. A la semana fue reemplazada por su nueva distracción (el playstation).
Me adueñé de ella, desempolvé mis antiguas canciones y empecé de nuevo. Igual que manejar bicicleta, tocar guitarra no se olvida.
Aunque es más presentable que la guitarra de mi padre, tampoco sale de mi casa, y aunque ya no estoy en un conjunto, sigo con esa fobia al público.
Como cuando V me sorprendió tocando, entró a la sala en silencio y yo me sonrojé.
- No sabía que tocabas.
- Hay muchas cosas que no sabés de mí.