miércoles, 13 de febrero de 2008

BRISA


Es curioso como tenés a tu alrededor personas que forman parte de tu cotidianidad, algunas veces no le das importancia, son parte de tu rutina. Así mismo, sin darnos cuenta, ellas nos convierten en testigos de su historia.

Como también es curioso, cuando de pronto te ves atrapado en el dolor ajeno, que ahora se vuelve propio, asombra sentir como duele…y descubrís que a pesar que aquello tan cotidiano y al parecer insignificante en tu vida, tenía su valor.

Se lo descubre tarde, se maldice, se putea, no lo aceptás, ni lo queres creer.

Finalmente, cuando viene la resignación, lo único que queda por decir (en mi caso) a lo que sea que controle este universo y/o el destino, es:

“Que hijo de puta sos a veces...”.


miércoles, 6 de febrero de 2008

Días de colores.


Pensé que iba a pasar un carnaval frustrado.
Desafortunadamente, el clima no fue un aliado para cumplir mis planes de viajar a Oruro, pero bueno, será otro año.

Si bien el viaje me hacía mucha ilusión, teníamos el cronograma relativamente planeado y allá una rave nos esperaba, pero mirando el panorama desde mi “yo positiva” (esa a las que pocas veces le doy bola), recordé que nunca la había pasado mal en carnaval aquí.

Así fue como lancé mi manifiesto carnavalero:

“De todas formas la voy a pasar en grande aquí y nadie me va a detener!”.

Finalizando la frase miré de reojo a mamá, que seguramente recordó anteriores carnavales y empezó a ponerse nerviosa, como buena hija que soy le advertí: “Ahh no, ni empeces a darme sermones, que desde el día del corso hasta el martes no me ven, hace de cuenta que viaje a Oruro, no existo aquí, en este momento te esta hablando un holograma”.

Pero bien sabía que no iba a escapar de su mano controladora protectora, así que prometí no darle muchos dolores de cabeza.

Lo único que esperaba era que fuese distinto a otros años, y los resultados colmaron mis expectativas.

Aunque también tuve un imprevisto, pero por suerte a mi lado tenía a un Ocurrente y alentador amigo, que no dejó que esto me amargue, unas buenas palabras, dos cocachos, un carajazo y la fiesta continuó por varias horas más, hasta que una señora afligida y medio histérica me pidió volver a casa.

Siempre guardo buenos recuerdos de carnaval y este año no será la excepción, me quedo con mi martes sin resaca, la foto con cara de pelotuda, la esquina Ballivián y René Moreno, mi bata con serigrafía casera, el sueldo diezmado y las horas de alegría en compañía del Curucusí.